Por Alejandro Díaz
En 1964 el entonces Presidente de la República Adolfo López Mateos inauguró las instalaciones del Centro Libanés. En esa ocasión dejó escrito un comentario en el libro de actos que ha trascendido el tiempo y sigue vigente: “El que no tenga un amigo libanés, que lo busque”. Ya para entonces la comunidad libanesa en México estaba bien establecida. Las cabezas de las familias habían llegado al país en tiempos de Porfirio Díaz, al mismo tiempo que muchas otras inmigraciones (japonesa, italiana, alemana, etc.) invitadas por el gobierno federal de ese tiempo.
Tan pronto se establecieron en distintas ciudades (Ciudad de México, Mérida, Puebla, etc.) se integraron a diversas actividades económicas, destacando el comercio y a las fábricas textiles, creciendo en tamaño y capacidad económica por las habilidades que habían traído consigo. Todos conocemos al menos a un miembro de la comunidad y muchos somos amigos de al menos un libanés.
La que es poco conocida es la razón por la cual abandonaron su patria para establecerse en distintos países de América, en especial en Brasil donde viven hoy 8 millones de libaneses y sus descendientes, la mitad de su diáspora en el mundo (16 millones), que duplica los habitantes del país.
Heredero de los fenicios, grandes comerciantes de la antigüedad, Líbano por muchas décadas ha sido remanso de paz y de un alto nivel de vida, el “Paris de Oriente”. Como ningún otro país árabe de la región, disfruta de uno de los mejores niveles de vida del Cercano Oriente gracias a la calidad de la educación de sus ciudadanos y su espíritu emprendedor.
La Biblia menciona al Líbano 64 veces, importancia no compartida por ningún otro país y que se la ganó sin invadir, combatir o arrasar a Israel como fue el caso de Asiria, Babilonia, Persia, Macedonia o Roma. Líbano ahí es ensalzado por su forma de vida, su frescura y su naturaleza. Sus cedros toman lugar destacado por su prestancia.
Lugar de origen de grandes navegantes que establecieron numerosos puertos para comerciar, su territorio fue ocupado por los distintos pueblos que dominaron el Mediterráneo desde tiempos inmemorables (los ya mencionados con el añadido de árabes, francos, mongoles y alemanes) hasta finalmente formar parte de Imperio Otomano desde el siglo XVI.
Si bien era parte de ese Imperio, en 1860 tropas francesas desembarcan en lo que hoy es Líbano para contener el conflicto entre las comunidades drusa (1) y maronita que causó más de 20 mil muertes. Los otomanos, que habían tolerado la violencia, se vieron obligados a restablecer la paz mientras los franceses ayudaban a los maronitas a reconstruir casas, hospitales y escuelas en una autonomía insólita dentro del Imperio hasta la Primera Guerra Mundial. Cuando los otomanos toman partido contra Francia, sus tropas tienen que abandonar Líbano, dando fin a la autonomía. Pero en 1918, al desmembrarse el Imperio Otomano, se da paso a un protectorado francés que dura formalmente hasta 1943, si bien las tropas francesas se quedaron tres años más.
En 1926 se establece la República de Líbano y su Constitución, que con ajustes sigue vigente al día de hoy. También desde entonces se existe el Pacto Nacional -no escrito, pero respetado- donde el Presidente de la República es maronita, el primer ministro es suni, el presidente de la Cámara de Diputados es chií y el jefe de las fuerzas armadas es druso.
El 25 de diciembre de 1941 se proclama la independencia de Líbano que debido a la Segunda Guerra Mundial no se concreta sino hasta 1945, teniendo que convivir años difíciles autoridades libanesas y francesas. Por la parte libanesa se nombra a Bichara al-Juri, maronita, como Presidente de la República, a Riad Solh, musulmán suni, como primer ministro y a Majid Arslan, druso, como ministro de Defensa. Un arreglo confesional que permitió nuevamente la gobernabilidad y la paz.
Sin embargo, tampoco fueron fáciles los siguientes años. El primer ministro fue asesinado en 1951 por fanáticos en venganza por la ejecución de uno de los fundadores del Partido Nacionalista Social Sirio. Con su muerte se debilitó el equilibrio religioso en el gobierno y no tardaron en aflorar disputas religiosas y de clanes.
El presidente de la República de Líbano, Bichara al-Juri, sin el compromiso de ver por la comunidad musulmana, favoreció a sus simpatizantes con posiciones lucrativas, afectando al resto de los grupos. Una amplia coalición convocó a una huelga general que obligó a al-Juri a dimitir y dejar el poder a un interino que convocó a elecciones.
Al nuevo Presidente, Kamile Chamún, electo para el periodo 1952-58, le tocó conocer el cambio en la demografía del país. Las comunidades cristianas disminuyeron en tamaño tanto por la emigración como por un menor número de hijos por familia. Al contrario, las familias musulmanas eran más numerosas y demandaban mayor participación en el gobierno. Además, como el mundo árabe estaba cambiando con las presiones de Siria, el surgimiento del liderazgo de Gamal Abdel Nasser en Egipto y el conflicto en torno al Canal de Suez, el delicado pacto social se complicó. A lo anterior se añadió el infructuoso intento del Presidente Chamún de reelegirse, prohibido por la constitución, conduciendo a una insurrección popular poco antes del fin de su mandato; fue obligado a renunciar.
Al general Fuad Chehab, que gobernó el período 1958-64, le tocó lidiar con una guerra civil entre musulmanes y cristianos que llevó a que tropas norteamericanas ingresaran en Líbano. Después de la salida de esta fuerza extranjera, Líbano cayó sin desearlo en los conflictos de la región pues aceptó que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se estableciera en Beirut. Cuando la OLP en 1975 protagonizó fuertes enfrentamientos con las milicias falangistas cristianas, el Parlamento Libanés requirió la intervención de fuerzas de paz de la Liga Árabe. Posteriormente en 1978 intervino el ejército israelí para evitar los ataques de la OLP, a lo que respondió la ONU con una fuerza internacional (FPNUL) para pacificar la frontera.
A pesar de ello, en 1982 nuevamente Israel invade Líbano combatiendo a Hezbolá (brazo armando de la OLP), causando varias matanzas. A pesar de la solicitud del retiro de las fuerzas israelíes, ésta se concreta hasta el 2000, dejando al FPNUL a cargo de la zona fronteriza con Israel. A pesar de ello, nuevamente en 2006 se enfrentan israelíes y Hezbolá propiciando una nueva incursión en territorio libanés que causó un millón de refugiados y la profundización de la crisis económica.
Agravando los problemas domésticos, el 4 de agosto de 2020 explotan 2,750 toneladas de nitrato de amonio en un almacén del puerto de Beirut causando 135 muertos, 5 mil lesionados e incalculables daños., dañando aún más la frágil economía libanesa. Protestas populares forzaron al gobierno en pleno a renunciar, profundizando la crisis política, económica y social que aún hoy se ve en la carencia de alimentos y combustibles.
Es hasta un año después, septiembre de 2021, que un empresario suní, Nayib Mikati, asume la Presidencia de Líbano e intenta resolver las distintas crisis, renegociando con el FMI y recibiendo ayuda externa de otras fuentes, incluyendo la diáspora libanesa.
Esta diáspora ha sido más exitosa que la población que se quedó a vivir en Líbano; incluye ex Presidentes como los ecuatorianos Abdalá Bucaram y Jaime Mahuad, los dominicanos Jacobo Majluta y Luis Abinader y el colombiano Julio César Turbay. También artistas como el argentino Ricardo Darín, la colombiana Shakira o los mexicanos Salma Hayek y Mauricio Garcés (Mauricio Férez Yazbek). Destaca además, el empresario Carlos Slim.