Trump profundiza la guerra comercial con el acero y el aluminio

Por: Gabriel Moyssen 

Guerra comercial

El mundo al revés. La ofensiva arancelaria que ha lanzado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en un esfuerzo para recuperar la competitividad económica de su país, amenaza con desestabilizar el comercio global y repercute en México, que de ser el principal socio de Washington hoy está en la mira por una serie de temas que incluyen la migración, el narcotráfico y la seguridad fronteriza.

Si bien es cierto que la mayor amenaza de imponer aranceles a las exportaciones de México -así como de Canadá- de 25 por ciento con las que arrancó Trump el 20 de enero su segunda presidencia se aplazó hasta marzo, la Casa Blanca determinó aumentar la tarifa de 10 a 25 por ciento al sector del acero y del aluminio, lo que golpea no sólo a los dos socios del tratado de libre comercio de América del Norte que sustituyó por iniciativa del propio Trump en 2018 al TLCAN, sino también a otras naciones consideradas por largo tiempo aliadas de Washington que se beneficiaban del régimen de excepciones y cuotas.

Mientras que la presidenta Claudia Sheinbaum declaró que debe mantenerse la “cabeza fría” ante este ataque, Marcelo Ebrard, secretario de Economía y negociador en el gobierno pasado como canciller del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) dijo que el arancel “no se justifica”, ya que nuestro país importa más de lo que exporta en la materia. Lo cierto, sin embargo, es que la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y del Acero (Canacero) se pronunció por aplicar medidas recíprocas, al destacar que se afectará al 75 por ciento de las exportaciones mexicanas de acero por 2 mil 100 millones de dólares.

El gravamen que entrará en vigor el 12 de marzo “pondrá en riesgo empleos e inversiones clave en nuestro país”, además de “afectar la cadena metalmecánica de Norteamérica y pondrá en riesgo la competitividad y la integración de la región cuando la prioridad debe ser frenar la amenaza de la sobrecapacidad [de producción] del acero chino y asiático”, advirtió. No obstante, la Cámara Nacional de la Industria del Aluminio (Canalum), señaló que las tarifas recíprocas no son la solución porque se afectará a los consumidores de ambos países en los precios de productos terminados.

Michoacán, Nuevo León y Guanajuato son los principales productores mexicanos del sector; según otras estimaciones, se afectará a 2 mil 800 millones de dólares en mercancías equivalentes a 270 mil toneladas de acero secundario y para procesar destinadas a empresas estadounidenses de las áreas automotriz, de automotores pesados, aeronáutica, construcción, eléctrica y naval, sobre todo en Texas, Illinois, Michigan y California. En 2024, los mayores proveedores de EU en este renglón fueron Canadá, México, China, Corea del Sur y Brasil, con 58 por ciento del total.

Impacto limitado

De acuerdo con un análisis de BBVA, el impacto negativo será limitado, puesto que los productos gravados representan sólo 1 por ciento del total de las exportaciones de México y 0.26 por ciento del PIB. En 2018, cuando se aplicaron aranceles similares, las ventas de acero y aluminio cayeron menos del 10 por ciento.

La reacción de Canadá, por su lado, fue anunciar que habrá una respuesta “firme y clara” en voz del primer ministro Justin Trudeau, al tiempo que Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, aseveró que Bruselas “actuará para proteger sus intereses económicos”.

El 18 de febrero, la Casa Blanca publicó las órdenes ejecutivas que Trump firmó una semana antes, para detallar que las importaciones de acero y de aluminio -como argumentó en 2018- “ponen en riesgo la seguridad nacional”. Indican que la capacidad primaria de producción de aluminio aumentó mediante la ampliación de fábricas chinas en Sudamérica, lo que llevó al crecimiento de las importaciones en Estados Unidos. “Hubo también un significativo aumento de inversiones chinas en México, impulsadas por subsidios chinos masivos y por la habilidad de explotar las lagunas jurídicas de la política comercial [de EU]”, subrayan.

Las importaciones de aluminio primario procedentes de Canadá en 2024, continúan, resultaron 18 por ciento más altas que en el periodo 2015-2017. En cuanto a las compras de productos de aluminio de México, el año pasado fueron 35 por ciento más altas que en ese periodo. “Los productores mexicanos están utilizando un comercio injusto para ganar participación de mercado en EU aprovechando su acceso al aluminio primario comercializado a nivel mundial de manera injusta”, agregaron.

Por si fuera poco, ese mismo día Trump, quien encargó a su equipo económico diseñar planes para aplicar tarifas recíprocas a cada país que grave las exportaciones estadounidenses, afirmó que para abril impondrá aranceles de alrededor de 25 por ciento a las importaciones automotrices, de semiconductores y de productos farmaceúticos, lo que en el primer caso puede tener un impacto brutal en México y el T-MEC.

A estas alturas de la convulsión económica y geopolítica que el radicalismo de Trump y su gabinete de magnates tecnológicos, proteccionistas ultraconservadores, nacionalistas republicanos y aislacionistas está generando, es evidente que el objetivo es reemplazar al “sistema-mundo” surgido de Bretton Woods y Yalta en 1944-1945 por uno que apunta a un reparto de esferas de influencia y la creación de nuevas alianzas en el que los organismos y la legislación multilateral, así como los acuerdos regionales, carecen de relevancia.

Los Estados Unidos de Trump enfatizan ante los grandes asuntos nacionales e internacionales, que se hallan profundamente imbricados por una globalización de la que es casi imposible evadirse, que su prioridad es el interés propio dada la decadencia, la pérdida de hegemonía y el estancamiento que el orden liberal provocó al iniciar y tolerar guerras inútiles, intervencionismo y “abusos” que van desde el conflicto en Ucrania y el bajo gasto militar europeo hasta el déficit comercial, el creciente poderío chino, los desafíos al dólar y el tráfico de fentanilo desde México.

Si bien resulta innegable que el erosionado liberalismo y el “orden internacional basado en reglas” solapaba hipocresías e inequidades que en el mismo EU llevaron al segundo triunfo electoral de Trump, sorprende que el camino a seguir sea la desestabilización económica y política de México y Canadá cuando la lógica indica claramente que el costo también será pagado por la Unión Americana.

Desunión en el T-MEC

Para los dos países vecinos de EU, uno de los problemas más graves es la desunión que les impide defenderse en el marco del T-MEC, pese al marco jurídico con el que cuenta. La apuesta de muchos en Canadá, en este año electoral con un Trudeau debilitado y pese a las desorbitadas presiones de Trump para que se conviertan en el 51 estado de la Unión, sigue siendo creer que hasta por afinidades culturales y socioeconómicas es posible lograr un nuevo acuerdo al margen de México. Su abanderado es Doug Ford, el primer ministro de Ontario, el motor económico canadiense, quien dijo en la Cámara de Comercio de EU en Washington que México debe igualar o superar los aranceles que se impongan a China, nación que está “estafando a los trabajadores estadounidenses, inundando los mercados y apropiándose de las cadenas de suministro globales”. Recalcó: “Pongamos punto final al tránsito a través de México de productos chinos hacia los mercados de EU y Canadá”.

Populistas, Ford y Trump prefieren buscar chivos expiatorios e ignorar la aportación de México al bloque norteamericano. ¿Pero es posible enfrentar a la nueva “amenaza amarilla” sin su participación o ya es demasiado tarde? Al respecto, el diario South China Morning Post resaltó que los aranceles adicionales de 10 por ciento que Trump impuso a Beijing luego de asumir en enero no alterarán la ecuación. China respondió con tarifas de 15 por ciento al carbón de EU y de 10 por ciento al petróleo crudo, maquinaria agrícola y camionetas. También estableció controles a la exportación de minerales raros como el tungsteno y el telurio y abrió una investigación antimonopolios contra Google.

“China no retrocedió. Al contrario, Beijing introdujo contramedidas más duras, precisas y diversificadas. La razón fundamental es que después de casi ocho años de conflicto comercial, China ha crecido en su confianza, en su estrategia y en su resilencia”, afirmó.

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